Eva Montesdeoca, una de las ilustres canteranas del CB Islas Canarias ganador de la Copa Liliana Ronchetti en 1999 y medallista de bronce con la selección española en el Europeo de Ankara en 2005, es un ejemplo de superación y de capacidad de adaptación en una vida, la suya, marcada por la gloria deportiva en su pasado, que ha sabido aparcar para dedicarse en cuerpo y alma a su otra gran pasión, su familia, que ha sido su gran apoyo desde que la diagnosticaron una esclerosis múltiple y tras sufrir recientemente una muerte súbita, de la que se está recuperando en la actualidad, en gran parte por esos valores de lucha que le inculcaron en su etapa como jugadora de élite.
Recuerda su etapa deportiva con un cierto sentimiento «agridulce». «Colmábamos las portadas y se nos daba algo más de visibilidad de lo que teníamos antes, donde sólo aparecían estelas a pie de página a modo informativo, fue un boom a la hora de conseguir darle visibilidad al baloncesto femenino en la Isla», recuerda, al tiempo que señala a las instituciones públicas que «no aprovecharon en aquel momento para apostar de verdad por nosotras».
«Pocas jugadoras pueden decir que ganaron una final four europea y disputaron otras dos, además de estar en finales de la Copa de la Reina y en la pomada a pesar del presupuesto tan reducido que teníamos, además de lo fuertes que venían las categorías de base», reivindica Montesdeoca orgullosa de haber «luchado para que las jugadoras de hoy en día puedan tener su seguridad social y unas condiciones que antes no teníamos las mujeres deportistas».
La jugadora formada en el CB Islas Canarias no duda en reivindicar el trabajo de Domingo Díaz y de Begoña Santana, al tiempo que reclama un reparto más equitativo de las subvenciones con respecto a los equipos de élite masculinos. «Hacen un esfuerzo descomunal para que las niñas no tengan que pagar para tener sus uniformes, para poder viajar y estar becadas para poder competir en los Campeonatos de España y no perderse esa experiencia, siempre han estado con esa lucha», resalta al tiempo que señala que «el CB Gran Canaria recibe un dinero brutal y sin embargo los padres de los niños y niñas que entrenan en sus categorías de base tienen que pagar por sus equipaciones deportivas».
En su opinión «es muy triste que sólo le den a los equipos femeninos las migajas que sobran cuando se termina de hacer el reparto de lo que les corresponde a los equipos masculinos».
De su paso por la selección absoluta, Eva afirma que «antes era más difícil ver a jugadoras isleñas, mientras que ahora ya hay cuatro o cinco jugadoras de la Isla jugando con regularidad». «En la época de Rosi Sánchez sólo estaba ella y de cuando en cuando iba Lourdes Peláez y Lidia Mirchandani, pero nunca solían coincidir y en mi época sólo estaba yo; mientras que ahora están Leonor Rodríguez, Leticia Romero, Astou Ndour y Maite Cazorla, que todas han pasado por las manos de Domingo y de Begoña», recalca y reafirma que «en todas nosotras han dejado su marca y nos han inculcado unos valores que yo a su vez se los he transmitido a mis hijos, sin ellos no hubiera llegado a nada, hubiera sido una chica alta, sin pena ni gloria».
Tras su etapa en el Islas Canarias cerraba su etapa profesional en el Alcobendas y en Tenerife, que le dieron «una perspectiva diferente, pero aprendí muchas cosas a pesar de que era veterana».
El embarazo de su hijo mayor en aquella época la ayudó a la hora de tomar la difícil decisión de poner fin a su carrera deportiva, aunque permaneció un tiempo ligada al baloncesto como entrenadora con niñas, una etapa en la que reconoce que «disfruté» y a pesar de dejarlo con el paso del tiempo, lo vive ahora como «hooligan en la grada» viendo jugar a su hijo de ocho años, pero «sin faltarle el respeto a nadie».
Sobrevivir a la enfermedad
La vida le daba recientemente un susto en forma de muerte súbita, que se sumaba a su diagnosticada esclerosis múltiple, de la que «he tenido que operarme por segunda vez porque se me infectó el primer marcapasos que me pusieron, para ponerme otro nuevo». «Primero me diagnosticaron mielitis transversa en la columna y posteriormente fue cuando sufrí la muerte súbita, aunque los médicos dicen que ambas cosas no tienen nada que ver la una con la otra», explica Montesdeoca.
«Hacía calor y recuerdo que estaba llevando al colegio al pequeño, me sentí mareada, me apoyé y ya no recuerdo nada más», relata la exjugadora internacional, que se despertaba horas después preguntándose que hacía en el hospital y que donde estaban sus hijos, «y me quería fugar», recuerda.
A convivir día a día con su enfermedad la ha ayudado el baloncesto, que le ha aportado «fortaleza» y el apoyo de su familia, sobre todo su marido y sus suegros.