Con la conquista de Wimbledon el pasado mes de julio, Carlos Alcaraz parecía dar el golpe definitivo para derribar de una vez por todas la puerta que le separaba entre la condición de gran aspirante a eterno favorito. Las apuestas situaron a partir de entonces al murciano al nivel, incluso por encima, de un Novak Djokovic que clamaba venganza por haber sido destronado de ‘su’ hierba del All England Club.
Pero el deporte, y en especial el tenis, no entienden de alegrías eternas y pocas semanas después daban el primer serio aviso a un Alcaraz que llegaba al US Open con la gran y única expectativa de protagonizar otra final para el recuerdo con Djokovic.
Pero llegó Medvedev, y todo cambió. El ruso dejó sin respuesta a un Alcaraz que parecía destinado a derrocar de una vez por todas la hegemonía de ‘Nole’ en los Grand Slams y él mismo admitió no haberse sentido preparado para afrontar una cita de tal magnitud, pese haberse visto ya en muchas otras de incluso mayor responsabilidad.
“Ahora soy un mejor jugador para encontrar soluciones cuando el partido no va en la dirección correcta para mí. Pero después de este partido, voy a cambiar de parecer. No soy lo suficientemente maduro para manejar este tipo de partidos así que tengo que aprender de eso” admitía el propio Alcaraz tras despedirse de la manera menos esperada de su defensa del US Open.
Tras ello, el tenista de El Palmar no fue capaz de levantar cabeza y cuajó un final de temporada para el olvido, del que aseguró haber aprendido para poder afrontar con mejores garantías la presente temporada. Un aprendizaje a marchas forzadas que topó de lleno con el éxtasis de alzarse en la hierba de Wimbledon.
Cambió de guion, sin distinto resultado
Se apartó de los focos y diseñó un plan de ruta exhaustivo y solitario para llegar al Open de Australia de la mejor manera posible. No participó en ninguno de los torneos previos y apenas un par de partidos de exhibición le sirvieron para preparar el desembarco en un Grand Slam en el que apenas tenía referencias.
Volvió a ser ilusionante su inicio y parecía que iba de nuevo directo a luchar por levantar otro gran título, pero de nuevo se aparecieron todos los fantasmas. El partido ante Zverev parecía una calco de lo vivido con Medvedev en Nueva York meses atrás.
Desdibujado y totalmente desaparecido estuvo un Carlos Alcaraz al que solo un arrebato de carácter y de épica al más puro estilo Nadal le salvaron de una derrota todavía más dura. Zverev controló los tiempos, el ritmo y el tipo de partido que quería, sometiendo en todo momento al tenista murciano, que volvió a admitir haberse sentido perdido de nuevo.
“No sé lo qué ha pasado, tengo que ver el partido y hablarlo con mi equipo. Ellos me dirán las cosas tal y como son. No he encontrado buenas sensaciones y no sé qué conclusiones sacar porque aún estoy en caliente. He cometido muchos errores que no venía haciendo en el comienzo de los partidos anteriores” reconocía tras la que vuelve a ser una dura lección que retrasa nuevamente la realidad del tenista español.
Habrá que ver como encaja esta vez Alcaraz el nuevo revés sufrido. Tras lo sucedido en Nueva York, no supo dar con la tecla y su obsesión por revertirlo de la forma más rápida posible le terminó jugando una mala pasada tras otra.
Sin duda, una nueva demostración de que el aprendizaje necesario para elevarse al nivel de los Djokovic, Nadal y Federer debe ser mucho más duro de lo que se presumía hace algo menos de un año.